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Ramón Freire Gálvez (1952-2020)


Domingo, 19 de mayo de 2024

De algunos hechos, sucesos, anécdotas y otras noticias relacionadas con la Ciudad de Écija. Encontradas en las Hemerotecas Españolas. (Capítulo XLII)En uno de mis capítulos anteriores, concretamente en el XXXII (Agosto 2017), aporté una noticia que, a nivel nacional (Imperio del 18 de Febrero de 1954), se había publicado sobre un perro llamado Curro, que en Écija hacia las delicias de los niños. Pues bien, dos años largos más tarde, es el semanario local Écija, de 1 de Diciembre de 1956, dentro de su sección “De la vida diaria”, quien publica un amplio reportaje sobre dicho perro, que decía así:

“Curro”, nuestro amigo. Esta crónica de hoy queremos dedicarla a “Curro”, ese can grandote y bonachón, de todos familiar en el más benevolente sentido de la frase, y de todos amigos, noble e inteligente y el que ya en otras ocasiones ocupó un lugar destacado en la prensa y radio nacionales, con motivo de su diaria espera a la puerta de los grupos escolares, para portar sobre sus lomos a los más pequeños y ladrar esténtores y amenazadoramente cuando estos, en sus peleas de niños, rodaban por el suelo entre el llanto más o menos alarmante del vencido.

“Curro” pues, es el can de todos, a nuestro juicio es el animal amigo que empequeñece la Ciudad, que la estruja hasta reducirla, puesto que parece la mascota de un pequeño pueblecito de esos, andaluces o castellanos que nacen a los lados de unos metros de la carretera principal, en cuya única calle, sus habitantes se conocen como una gran familia, se visitan diariamente, se ayudan y hasta se enamoran para crear los hogares eternos después de una varada, en las vísperas de una feria en la que siempre se canta y se reza a una Virgen, o días después de la venta de la becerra, que se hizo vaca productora con el cuidado y mimo de todos.

Pero, en fin, esta crónica de hoy va dedicada a “Curro”, nuestro “Curro”, el que con su paso cansino se dirige todas las mañanas al mercado de abastos y con ojos de agradecida tristeza espera paciente la presa que gustosamente le ofrece todo comerciante de los que orlan el recuadro del coso, amigos que le quieren y los que cuando alguna mañana tarda en llegar ya temen cualquier desgracia que pueda haberle ocurrido durante la noche anterior.

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