Aunque no estemos en fechas previas a la Cuaresma (que acabamos de celebrar un año más) y por ende, tampoco carnavalescas, ya he escrito en alguna que otra ocasión, que todo es cíclico y en Écija, no podía ser menos. Así ha ocurrido con el carnaval, pues sabemos por nuestros antepasados, que era una fiesta de bastante arraigo y celebración en nuestra Ciudad, unos años con mayor esplendor y otros con menos, pero en definitiva, se celebraba y así lo vamos a recordar por una crónica encontrada en La Voz del día 15 de febrero de 1923, que dice así:
“El Carnaval. El Carnaval en esta, por la parte que toca al tiempo, no ha podido ser mejor, pues los días han transcurrido olvidados del aire y las nubes, pudiendo el sol bañar libremente de luz y color al público, que después de un mes de enero, el más mortífero que se conoció, tenía gran deseo de salir a la calle.
El paseo llamado Cerro de la Pólvora, ha estado concurridísimo en extremo, pues las horas han sido aprovechadas de tal forma, que solo se han pasado en casa las indispensables para comer y dormir.
Máscaras también ha habido bastantes, en particular por las noches, pero al decir verdad, todas de pésimo gusto; las comparsas, exceptuando una infantil que la institución salesiana de esta organizó y echó a la calle, las demás no merecen hacer mención siquiera, pues en ninguna se vio nada nuevo que excitara a la curiosidad; hay que tener valor para lanzarse a la vía pública tan desprovisto de repertorio, letra y música.
Los bailes, excluyendo el del Círculo El Recreo, que el público censura de inmoral, han estado brillantes. Tenemos que aplaudir a la comisión nombrada de vigilancia de baile por la directiva del Casino de Artesanos, que fue donde mayor concurrencia notamos las tres noches, pues el gran salón teatro se vio materialmente lleno de máscaras y familias distinguidas; dichos comisionados estuvieron a la altura del público, consiguiendo así que este año haya resultado la fiesta más lucida que en años anteriores, de los que conservamos recuerdos desagradables, por los tumultos que convertían el baile en un inmenso montó de carne humana. Corresponsal. Écija, 14-2-1923”.
