Como quiera que el flamenco ha sido declarado patrimonio cultural inmaterial de la humanidad no hace muchos años, nadie pone en duda, aunque las generaciones actuales no estén mucho por la labor, que Écija fue cuna de muchos aficionados y cantaores flamencos y para ello rescato de mi biblioteca ecijana, un artículo publicado en la revista oficial de 1963, del que fue autor Manuel Martín Burgos, dedicado a ello y que decía así:
Comienzo este año de 2018, al que le pido nos traiga, al mundo entero, la mayor de la salud y bienestar, junto con la paz social y económica necesaria para el desarrollo de los pueblos, con más noticias encontradas en las hemerotecas y que se refieren concretamente a nuestra hermosa ciudad de Écija.
Llegamos a finales del año 2017, que nos deja y que, el día de los locos precisamente (el primero que escribió sobre la fiesta de los locos en Écija fue Benito Mas y Prat, como comprobarán en alguno de los artículos que he recopilado), me ha dejado una puñalá en el corazón, como a muchos ecijanos, pues se ha llevado este maldito año a quien tanto me ayudó en mis ilusiones literarias, mi amigo Javier Pastor, el de Codiar, que en más del noventa por ciento de mis libros, fue el alma mater de su impresión.
Ya estamos en las Pascuas, como se decía antiguamente. Y una de las mejores noticias que he recibido entre el día 18 de Diciembre (Virgen de la Esperanza) y hoy vísperas del nacimiento del niño Dios, aparte de la mejoría de salud en algunos familiares, con independencia del estado satisfactorio que tengo, ha sido poder comprobar, como después de tanto tiempo, muchísimo diría yo, el monumento a un gran ecijano y ecijanista que tuvimos entre nosotros, DON MANUEL ROMERO NIETO, en mayúsculas (Manolín Romero le llamada mi padre y mi familia), que se encontraba en el jardín del antiguo Hospital San Sebastián, ha sido trasladado y colocado felizmente en el nuevo Hospital de Écija.
En el transcurso de la XXXVI Reunión de Asociaciones y entidades culturales en defensa del Patrimonio, celebrada en Málaga del 25 al 28 del pasado mes de mayo, Hispania Nostra se dio a conocer una de sus propuestas para celebrar el Año Europeo del Patrimonio Cultural 2018: “que todas las campanas Europeas de toque manual suenen a la vez en un día y hora determinados”.
Cuántos y cuántos ecijanos, desconocidos, para mí el primero, que han sido parte importante dentro de la historia española, ya fuere por sus hechos o por su profesión. Pues bien, entre ellos se encuentran los dos a los que me voy a referir en este último mes del presente año.
Manuel Díez Crespo, nació en Écija a las cinco horas del día 26 de Abril de 1910, en la calle Aguabajo nº 9, hijo de César Díaz García, natural de León y de María del Pilar Crespo y Maure, natural de Estepa (Sevilla); nieto por línea paterna de Benito Díez López, natural de Astorga (León) y de Manuela García González, natural de León y por línea materna de Eduardo Crespo Rodríguez, natural de Estepa y de María Jesús Moure Yaurias, siendo bautizado en la Parroquia de Santa Bárbara. Fueron testigos Manuel Bermudo Portela y Manuel Ostos y Ostos (Registro Civil de Écija, tomo 89, página 309).
"En el solar de este templo existía una antigua ermita dedicada a San Martín, que pasó a los religiosos Mínimos en 1505. Fue el cuarto convento de esta orden que se fundó en España, en vida de San Francisco de Paula. Durante el siglo XVIII se hicieron obras de interés, siendo la de más importancia la construcción de la torre, que se remató en 1757. La portada labrada en mármoles es de estilo barroco. El interior es de una arquitectura sencilla con planta de cruz griega. Entre los retablos destaca al Mayor, del siglo XVII, presidido por la Virgen de la Victoria y el Santísimo Cristo de Confalón. Los enterramientos de los marqueses de Peñaflor se encuentran en el interior de esta iglesia".
Se llamó en la vida civil, MANUEL DEL POZO Y ZALAMEA, adoptando, cuando ingresó en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, el nombre de FRAY LUCIANO DEL POZO.
"La sequía que atravesamos no es un hecho puntual. A través de los años se han ido originando ciclos de sequía que originaban grave problemas en la población. Recuperamos una salida extraordinaria del Cristo de Confalon, el 4 de abril de 1929 del templo de la Victoria de la ciudad de Écija para implorar su auxilio para remediar la sequía".